Incluso antes de que Salvator Mundi, de Leonardo da Vinci, fuera a subasta la semana pasada en la casa Christie’s de Nueva York, detractores de todo el mundo estaban cuestionando su autenticidad. Un día antes de la venta, Jerry Saltz, de la revista New York, escribió que aunque “no es historiador de arte ni experto en viejos maestros”, simplemente “una mirada a esta pintura me dice que no es Leonardo”. Y eso fue antes de que la pintura barriera todos los récords y se vendiera por 450 millones de dólares.
Poco después de la venta, el diario New York Times publicó un artículo del crítico Jason Farago en el que, tras señalar también que “no es el hombre para afirmar o rechazar su atribución”, declaró que la pintura es “competente, pero no especialmente una obra religiosa distinguida de la Lombardía de principios del siglo XVI, sometida a un escurrimiento de restauraciones”. Por su parte, el experto corredor de arte británico Charles Beddington también ha manifestado que aunque las personas más relevantes de arte creen que es de Leonardo él no lo cree así.
Este amplio grupo de detractores y expertos entienden que no se debe considerar un Leonardo, y quizá por ello no costar tanto, porque existe un problema de originalidad. El debate entre expertos no es si la pintura es “auténtica”, sino hasta qué punto es original. Una condición de enorme importancia según cree el corredor Van Haeften.
Este grado de originalidad está en cuestión porque en el pasado está pintura ha estado bastante descuidada y ha necesitado de una importante labor de restauración. Probablemente creada sobre el 1500, el ‘Salvator Mundi’ llegó a la corte de Carlos I de Inglaterra en el siglo XVII. Posteriormente fue apareciendo intermitentemente en los registros de inventario, desapareció en el siglo XVIII y reapareció en 1900. A continuación, el cuadro se vendió en 1958 y desapareció una vez más, solo para reaparecer en una subasta en 2005 cuando tres marchantes de arte lo adquirieron por 10.000 dólares.
Este pasado podría haber dañado de muchas maneras el cuadro. En primer lugar, hay que considerar el transporte: tuvo que pasar del estudio de Leonardo a Inglaterra a caballo, o en un carro, y luego en barco. También hay que considerar las condiciones del lugar donde estuvo colgado durante los siguientes siglos: podría haber habido un techo con goteras, una habitación enmohecida o un candelabro humeante cerca.
Además, también hay que valorar que desde el siglo XVIII la gente sabía que sus pinturas se ensuciaban, por lo que “normalmente, cada vez que las pinturas cambiaban de manos”, dice el comerciante Charles Beddington, “se limpiaban con bastante dureza”. Este Leonardo, dice, “obviamente cambió de manos bastante” y “cuando limpias algo como ese orbe, que está delicadamente pintado, terminas quitándole algo”, continúa Beddington.
La última restauración antes de esta venta corrió a cargo de la restauradora Dianne Dwyer Modestini (anteriormente del Museo Metropolitano de Arte de Nueva York) que tuvo al tarea de eliminar gran parte de la suciedad y del barniz, momento en el cual la pintura era un caparazón de lo que fue. “He visto la imagen despojada”, dice Van Haeften, quien es amigo de uno de los propietarios anteriores de la obra. “Hay daños en el panel, y ciertamente ha tenido una carrera accidentada”.
La razón que explica que la comunidad artística ha aceptado el Salvator Mundi como un da Vinci se debe a que “la tolerancia del mercado para un da Vinci es bastante diferente a la tolerancia para un Van Gogh, por ejemplo”, dice Brooke Lampley, presidenta de la división artística de Sotheby’s. “Porque a pesar de que Van Gogh es escaso y alguien pagará 81 millones de dólares por uno grande, todavía hay más para tener que da Vinci, para quien hay menos de 20 pinturas en el mundo. Las personas tienen un umbral mucho más alto para lo que podría haber en una pintura sobre la pintura o problemas de condición”.
Asimismo, parte de la crítica también se ha sorprendido por el precio obtenido por la pieza porque el valor artístico de esta obra no es tan importante como otras obras de Leonardo, lo importante es que ha sido pintado (en algún momento) por el artista italiano. “Está comprando mucho más que la pintura, está comprando su historia”, dice el experto Dickinson. “Tienes que aceptar que es más un objeto que una obra de arte en perfecto estado”, añade Van Haeften.