Santo Domingo RD.- A lo largo de los años, Dinamarca y Copenhagen Fashion Week ha dado a conocer al mundo marcas de la talla de Ganni, Marimekko, Stine Goya y Totême, el favorito de la redacción de Vogue. Recientemente, sin embargo, la región es cada vez más conocida por sus esfuerzos para reducir el enorme impacto de la industria en el planeta.
El plan de acción para la sostenibilidad de la Semana de la Moda de Copenhague, presentado por primera vez en 2020, obliga a todas las marcas a cumplir 18 requisitos mínimos, que abarcan seis áreas clave: dirección estratégica, diseño, elección inteligente de materiales, condiciones de trabajo, compromiso de los consumidores y producción de los desfiles. Esta temporada es la primera en que los requisitos se aplican plenamente, tras una serie de pruebas piloto realizadas en los dos últimos años.
‘Es un hito muy significativo para la Semana de la Moda de Copenhague’, explica a Vogue Cecilie Thorsmark, directora general de Copenhagen Fashion Week, ‘Hace dos años, no todas las marcas del programa cumplían los requisitos. Ahora podemos ver que este marco acelera el cambio en el sector: se ha avanzado mucho.’
El periodo de transición entre el anuncio de las normas y su aplicación ha supuesto que solo una marca, que la Semana de la Moda de Copenhague no ha querido nombrar, no cumpliera los requisitos, lo que le ha permitido desfilar este año en el calendario oficial. Sin embargo, las normas se reforzarán cada año para garantizar que las marcas se esfuerzan continuamente por mejorar y para reflejar cambios más amplios en el sector, como la legislación de la Unión Europea que se avecina: ‘En el futuro, introduciremos una nueva norma al año’, explica Thorsmark, ‘pero también trabajaremos con las normas existentes para garantizar que son lo bastante estrictas’.
En la actualidad, estos requisitos implican que las marcas tienen que demostrar que al menos el 50% de su colección apunta a la moda sustentable pues está fabricada con materiales certificados, preferidos, reciclados o reciclados, así como su compromiso con la diligencia debida en toda su cadena de suministro. Sin embargo, otros requisitos, como garantizar que las marcas ‘diseñan para aumentar económicamente la calidad y el valor de nuestros productos’, son más difíciles de evaluar.
Hay que señalar que el proceso se basa en la autoinformación de las marcas, una crítica que se ha hecho a otras iniciativas, como la certificación B-Corp, que evalúa el comportamiento social y medioambiental de una empresa. Sin embargo, en lugar de legislación y otras directrices específicas de la industria de la moda, el marco actual impulsa sin duda a las marcas a ser más ambiciosas en sus esfuerzos: ‘Uno de sus propósitos más importantes es impulsar la sostenibilidad en la industria’, prosigue Larsen.