Para Francisco José I, emperador de Austria y rey de Hungría y Bohemia, subir montañas era algo más que una afición, era una forma de sentirse conectado e identificado con su tierra, de entender la grandeza de su vastísimo reinado desde las alturas. En una visita en 1856 al Ducado de Carintia junto a su esposa, la emperatriz Isabel –más conocida como Sissi– anduvo varias horas desde el pueblo de Heiligenblut hasta llegar al borde del glaciar Pasterze. Se paró, tras quedarse de piedra, en un punto en el que tenía una vista sin obstrucción de la cima de “la montaña negra”, el Grossglockner, el pico más alto de Austria con sus casi 3.800 metros sobre el nivel del mar.
El mirador del emperador se convirtió en un icono nacional, en una seña de identidad austriaca. Fue nombrado Kaiser Franz Josefs Höhe en su honor y se construyó un centro de visitantes junto a él que en la actualidad recibe millones de visitas al año. Para llegar hasta el mirador hacia falta sin embargo una carretera.
El primer intento data de 1924, cuando un grupo de ingenieros austriacos se propuso diseñarla. Fueron tomados por locos, dado que entablar semejante proyecto sin fines militares y cuando el parque móvil europeo todavía era mínimo se veía como una ridiculez. Además, la desintegración del Imperio Austro-Húngaro tras la Primera Guerra Mundial estaba todavía muy reciente y las arcas nacionales se encontraban bajo mínimos. Paradójicamente, hubo que esperar a que el desastre económico fuera total para que se diera luz verde al plan: las consecuencias del Crack del 29 dejaron sin empleo a más de un cuarto del país, así que para dar trabajo a más de 3.200 personas se decidió construir una carretera aún más ancha y ambiciosa que la recogida en el diseño original.
El gobierno austriaco estimó que, si hacía las cosas bien, podría atraer a 120.000 de visitantes al año, lo que hizo partirse de risa a sus homólogos de los países vecinos. Pues bien, la ruta se inauguró en 1935 con una carrera automovilística y en 1938 ya fue atravesada por 375.000 personas subidas en 98.000 vehículos. La afición a la conducción en carreteras de alta montaña había nacido.
Hoy en día la Grossglockner, o la High Alpine Road, como se la conoce internacionalmente, continúa siendo una referencia para los amantes de las curvas en altitud. Conecta Bruck, en Salzburgo, con Heiligenblut, a través de 48 kilómetros con 1.500 metros de desnivel. Consta de 36 giros, cada uno digno de ser recordado, que se adentran hacia el Tauern, el parque nacional más grande de Austria. Su grandeza radica, además de en la espectacularidad de sus horquillas, en que según se va ascendiendo se puede contemplar en todo su esplendor un valle rodeado por varios picos que superan los 3.000 metros de altura.
Hay que tener en cuenta, eso sí, que la nieve se mantiene gran parte del año en la montaña, hasta bien entrado junio, con lo que la carretera sólo suele estar abierta y transitable entre mayo y principios de noviembre. Es además, junto al Paso Stelvio, una de las más conocidas y atravesadas de Europa, así que si no quieres verte a obligado a poner el freno de mano en las rampas debido al tráfico, madruga (mucho).
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